viernes, 26 de marzo de 2010

Anónimo I: "Abrir en caso de apocalipsis"

Por lo general, tendemos en esta cultura a desvalorar lo que se publica sin firma.
Es cierto que muchos utilizan el anonimato para maledicencias, diatribas o amenazas. Se hacen los valientes detras de su cobardía sin rostro.
Pero también hay de los otros, de los que les importa decir lo que dicen sin correr con el peso de la fama: "al éxito y al fracaso, esos dos impostores, trátalos siempre con la misma indiferencia" escribió Rudyard Kipling.
Y estos le hacen caso, y son valientes con falsas caretas de cobardes.

Entonces voy a poner dos de éstos. Uno es un compatriota santafesino; otro, en la siguiente entrada del blog, un muchacho francés.
No conozco a ninguno -son anónimos, claro...- pero si le hago caso a mis entresijos nos conocemos desde siempre.

El primero escribió estas líneas después de la inundación de Santa Fe del 2003.
Y la pongo porque se me ocurre que así son las cosas, que la misma experiencia revela a cada uno como es, que en esos casos algunos descubren lo solidario y otros lucran con las escasas botellas de agua potable.
La inundación es la misma para todos, pero algunos crecen y otros se enriquecen.

Este creció. Léalo ahora.
Por ahí se ahorra el tiempo de leerlo después de algún apocalipsis...
Y si lo entiende... Bueno: capaz que nos lo ahorramos.
Al tiempo.... y al Apocalipsis.

Acá lo suelto, sin decir agua va:


Empezar de nuevo ....

Yo le tenía miedo a la oscuridad,
Hasta que las noches se hicieron largas y sin luz.

Yo no resistía el frío fácilmente,
Hasta que aprendí a subsistir en ese estado.

Yo le tenía miedo a los muertos,
Hasta que tuve que dormir en el cementerio.

Más aún, yo le tenía miedo al espanto,
Hasta que tuve que dormir en el crematorio.

Yo sentía rechazo por los rosarinos y por los porteños,
Hasta que me dieron abrigo y alimento.


Yo sentía rechazo por los judíos,
Hasta que le dieron medicamentos a mis hijos.

Yo lucía vanidoso mi pullover nuevo,
Hasta que se lo di a un niño con hipotermia.

Yo elegía cuidadosamente mi comida,
Hasta que tuve hambre.

Yo desconfiaba de la tez cobriza,
Hasta que un brazo fuerte me sacó del agua.

Yo creía haber visto muchas cosas,
Hasta que vi a mi pueblo deambulando sin rumbo por las calles.

Yo no quería al perro de mi vecino,
Hasta que aquella noche lo sentí llorar hasta ahogarse.

Yo no me acordaba de los ancianos,
Hasta que tuve que participar en los rescates.


Yo no sabía cocinar,
Hasta que tuve frente a mí una olla con arroz y niños con hambre.

Yo creía que mi casa era más importante que las otras,
Hasta que todas quedaron cubiertas por las aguas.

Yo estaba orgulloso de mi nombre y apellido,
Hasta que todos nos transformamos en seres anónimos.

Yo casi no escuchaba radio,
Hasta que fue la que mantuvo viva mi energía.

Yo criticaba a los bulliciosos estudiantes,
Hasta que de a cientos me tendieron sus manos solidarias.

Yo estaba bastante seguro de cómo serían mis próximos años,
Pero ahora ya no tanto.

Yo vivía en una comunidad con una clase política,
Pero ahora espero que se la haya llevado la corriente.

Yo no recordaba el nombre de todas las provincias,
Pero ahora las tengo a todas en mi corazón.

Yo no tenía buena memoria,
Tal vez por eso ahora no recuerde a todos,
Pero tendré igual lo que me queda de vida para agradecer a todos.



Yo no te conocía,
Ahora eres mi hermano.

Teníamos un río,
Ahora somos parte de él.

Es la mañana.
Ya salió el sol y no hace tanto frío.

Gracias a Díos.
Vamos a empezar de nuevo.


(GG) Anónimo
Santa Fe, Mayo 2, 2003.



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