sábado, 27 de marzo de 2010

Anónimo II: "Una pequeña firma aquí, Dr. Fausto..."

Este otro anónimo lo envió un francés a la emisora radial NSEO el 11 de septiembre de 2003, el mismo año que el anterior.
Mientras muchos recordaban el 11-S, buscando culpables y echándose la culpa unos a otros, esta persona decidió revisar el Contrato que muchos o todos firmamos, sin saberlo, tácita, inconcientemente.
Y otros, a sabiendas.
Y que sostiene y provoca el regimen que necesita acciones como la del 11-S.

No hay peor contrato que el que se ha firmado sin saberlo.
Más que todo, porque no hay modo de deshacerlo.

Así que este muchacho decidió explicitarlo.

No hay mucho que agregar.
Sólo añadiré que yo, personalmente, no lo suscribo más, en la medida de lo posible, si alguna vez lo hubiere firmado.
Y los "nuevos niños", si me dejan opinar por ellos, tampoco.
Revea, cada quien, que mundo firma.
Porque en eso se convertirá...


 
Hecho por amistad a La Tierra

Poco importan nuestras creencias o nuestras ideas políticas, el sistema instituído en nuestro mundo libre reposa en un acuerdo tácito de un tipo de contrato aprobado por cada uno de nosotros. Lo firmamos cada mañana, al simplemente NO HACER NADA.
Este es el contrato:

-YO ACEPTO-

1. Acepto la competitividad como base de nuestro sistema, aunque soy consciente de que este funcionamiento engendra frustracion y cólera a la inmensa mayoría de los perdedores.

2. Acepto que me humillen o me exploten a condición de que se me permita humillar o explotar a otro que ocupe un lugar inferior en la pirámide social.

3. Acepto la exclusión social de los marginados, de los inadaptados y de los débiles porque considero que la carga que puede asumir la sociedad tiene sus límites.

4. Acepto remunerar a los bancos para que ellos inviertan mi sueldo a su conveniencia y que no me den ningún dividendo de sus gigantescas ganancias (ganancias que servirán para atracar a los países pobres, hecho que acepto implícitamente).
Acepto también que me descuenten una fuerte comisión por prestarme dinero, dinero que no es de otro que de otros clientes.



5. Acepto que congelemos o tiremos toneladas de comida para que la Bolsa no se derrumbe, en vez de ofrecérsela a los necesitados y de permitir a algunos centenares de miles de personas no morir de hambre cada año.

6. Acepto que sea ilegal poner fin a tu propia vida rápidamente. Para compensar, tolero que se haga lentamente inhalando o ingeriendo substancias tóxicas autorizadas por los gobiernos.

7.Acepto que se haga la guerra para así hacer reinar la paz.
Acepto que en nombre de la paz, el primer gasto de los Estados sea el de defensa.
Acepto, entonces, que los conflictos sean creados artificialmente para deshacerse del stock de armas y alimentar así a la economía mundial.

8. Acepto la hegemonía del petróleo en nuestra economía, aunque es una energía muy costosa y contaminante, y estoy de acuerdo en impedir todo intento de sustitución si se desvelara que hemos descubierto un medio gratuíto e ilimitado de producir energía. Acepto que sería nuestra perdición.

9. Acepto que se condene el asesinato de otro humano, salvo que los gobiernos decreten que es un enemigo y me animen a matarlo.

10. Acepto que se divida la opinión pública creando unos partidos de derecha y izquierda que tendrán como pasatiempo la pelea entre ellos haciéndome creer que el sistema está avanzando.
Además acepto toda clase de división posible con tal de que me permitan dirigir mi cólera hacia los enemigos designados cuando se agiten sus retratos ante mis ojos.


11. Acepto que el poder de moldear la opinión pública, antes ostentado por las religiones, esté hoy en manos de hombres de negocios no elegidos democráticamente que son totalmente libres de controlar los Estados, porque estoy convencido del buen uso que harán con él.

12. Acepto que la idea de la felicidad se reduzca a la comodidad; al amor al sexo y a la libertad a la satisfacción de todos los deseos, especialmente de consumo, porque es lo que me repite la publicidad cada día. Cuanto más infeliz sea más consumiré para ser feliz. Cumpliré mi papel contribuyendo al buen funcionamiento de nuestra economía.

13. Acepto que el valor de una persona se mida según su cuenta bancaria, que se aprecie su utilidad en función de su productividad y no de sus cualidades, y que sea excluído del sistema si no es lo suficientemente productivo.

14. Acepto que se recompense muy generosamente a los jugadores de fútbol y a los famosos y mucho menos a los profesores y los médicos encargados de la educación y de la salud de las futuras generaciones.

15. Acepto que se destierre de la sociedad a las personas mayores cuya experiencia podría sernos útil, pues, como somos la civilización más evolucionada del planeta (y sin duda del universo) sabemos que la experiencia ni se comparte ni se transmite.


16. Acepto que se me presenten noticias negativas y aterradoras del mundo todos los días, para que así pueda apreciar hasta qué punto nuestra situación es normal y cuánta suerte tengo de vivir en Occidente. Sé que mantener el miedo en mi espíritu es beneficioso para mí.

17. Acepto que los industriales, militares y políticos celebren reuniones regularmente para, sin consultarnos, tomar decisiones que comprometen el porvenir de la vida... y del planeta.

18. Acepto consumir carne bovina tratada con hormonas sin que se me avise explícitamente. Acepto que el cultivo de OGMs (Organismos Genéticamente Modificados) se propague en el mundo entero, permitiendo así a las multinacionales agroalimentarias patentar seres vivos, amasar enormes ganancias, y poseer y controlar a la agricultura mundial.

19. Acepto que los bancos internacionales presten dinero a los países que quieren armarse y combatir, y que así elijan cuáles harán la guerra y cuáles no. Soy consciente de que es mejor financiar a los dos bandos para estar seguros de ganar dinero y prolongar los conflictos el mayor tiempo posible con el fin de poder arrebatar por completo sus recursos si no pueden reembolsar sus préstamos.

20. Acepto que las empresas multinacionales se abstengan de aplicar los progresos sociales de Occidente en los países desfavorecidos. Considerando que ya es una suerte para ellos que los hagan trabajar. Prefiero que se utilicen las leyes vigentes en estos países que permiten hacer trabajar a niños en condiciones inhumanas y precarias. En nombre de los derechos humanos y del ciudadano, no tenemos derecho a la injerencia.

21. Acepto que los políticos puedan ser de honestidad dudosa e incluso corruptos. Además creo que es entendible debido a la presión que sufren.

22. Acepto que los laboratorios farmacéuticos e industriales agroalimentarios vendan en los países desfavorecidos productos caducados o utilicen substancias cancerígenas prohibidas en Occidente.

23. Acepto que el resto del planeta, es decir 4.000.000.000 (cuatro mil milliones) de individuos, puedan pensar de otro modo a condición de que no vengan a expresar sus creencias en nuestra casa, y menos aún a intentar explicar nuestra Historia con sus nociones filosóficas primitivas.

24. Acepto la idea de que existen sólo dos posibilidades en la naturaleza, a saber: cazar o ser cazado; y si estamos dotados de una conciencia y de un lenguaje, ciertamente no es para escapar de esa dualidad, sino para justificar por qué actuamos de ese modo.

25. Acepto considerar nuestro pasado como una continuación ininterrumpida de conflictos, de conspiraciones políticas y de voluntades hegemónicas, pero sé que hoy todo esto ya no existe porque estamos en el súmmum de nuestra evolución, y que las reglas que rigen nuestro mundo son la búsqueda de la felicidad y de la libertad para todos los pueblos, como lo oímos sin cesar en nuestros discursos políticos.

26. Acepto sin discutir y considero como verdades todas las teorías propuestas para la explicación de los misterios de nuestros orígenes. Y acepto que la naturaleza haya podido dedicar millones de años para crear a un ser humano cuyo único pasatiempo es la destrucción de su propia especie en unos instantes.

27. Acepto la búsqueda del beneficio como fin supremo de la Humanidad y la acumulación de riqueza como realización de la vida humana.

28. Acepto la destrucción de los bosques, la casi desaparición de los peces en los ríos y en nuestros océanos. Acepto el aumento de la contaminación industrial y de la dispersión de venenos químicos y de elementos radiactivos en la naturaleza.
Acepto también la utilizacion de toda clase de aditivos químicos en mi alimentación, porque estoy convencido de que si se añaden es porque son útiles e inocuos.



29. Acepto la guerra económica que actúa con rigor sobre el planeta, aunque sienta que nos lleva hacia una catástrofe sin precedentes.

30. Acepto esta situación, y admito que no puedo hacer nada para cambiarla o mejorarla.

31. Acepto ser tratado como ganado porque definitivamente pienso que no valgo más.

32. ACEPTO NO PLANTEAR NINGUNA CUESTIÓN, CERRAR LOS OJOS SOBRE TODO ESTO Y NO FORMULAR NINGUNA OPOSICIÓN VERDADERA, PORQUE ESTOY DEMASIADO OCUPADO CON MI VIDA Y MIS PREOCUPACIONES.
ACEPTO, INCLUSO, DEFENDER A MUERTE ESTE CONTRATO SI ME LO ES PEDIDO.

33. ACEPTO PUES, CON TODA MI ALMA Y CONSCIENCIA, DEFINITIVAMENTE, ESTA TRISTE MATRIX QUE ME ES COLOCADA DELANTE DE MIS OJOS PARA EVITAR QUE VEA LA REALIDAD DE LAS COSAS.

Sé que la sociedad actúa por mi bien y el de todos, y por eso le doy las gracias.


viernes, 26 de marzo de 2010

Anónimo I: "Abrir en caso de apocalipsis"

Por lo general, tendemos en esta cultura a desvalorar lo que se publica sin firma.
Es cierto que muchos utilizan el anonimato para maledicencias, diatribas o amenazas. Se hacen los valientes detras de su cobardía sin rostro.
Pero también hay de los otros, de los que les importa decir lo que dicen sin correr con el peso de la fama: "al éxito y al fracaso, esos dos impostores, trátalos siempre con la misma indiferencia" escribió Rudyard Kipling.
Y estos le hacen caso, y son valientes con falsas caretas de cobardes.

Entonces voy a poner dos de éstos. Uno es un compatriota santafesino; otro, en la siguiente entrada del blog, un muchacho francés.
No conozco a ninguno -son anónimos, claro...- pero si le hago caso a mis entresijos nos conocemos desde siempre.

El primero escribió estas líneas después de la inundación de Santa Fe del 2003.
Y la pongo porque se me ocurre que así son las cosas, que la misma experiencia revela a cada uno como es, que en esos casos algunos descubren lo solidario y otros lucran con las escasas botellas de agua potable.
La inundación es la misma para todos, pero algunos crecen y otros se enriquecen.

Este creció. Léalo ahora.
Por ahí se ahorra el tiempo de leerlo después de algún apocalipsis...
Y si lo entiende... Bueno: capaz que nos lo ahorramos.
Al tiempo.... y al Apocalipsis.

Acá lo suelto, sin decir agua va:


Empezar de nuevo ....

Yo le tenía miedo a la oscuridad,
Hasta que las noches se hicieron largas y sin luz.

Yo no resistía el frío fácilmente,
Hasta que aprendí a subsistir en ese estado.

Yo le tenía miedo a los muertos,
Hasta que tuve que dormir en el cementerio.

Más aún, yo le tenía miedo al espanto,
Hasta que tuve que dormir en el crematorio.

Yo sentía rechazo por los rosarinos y por los porteños,
Hasta que me dieron abrigo y alimento.


Yo sentía rechazo por los judíos,
Hasta que le dieron medicamentos a mis hijos.

Yo lucía vanidoso mi pullover nuevo,
Hasta que se lo di a un niño con hipotermia.

Yo elegía cuidadosamente mi comida,
Hasta que tuve hambre.

Yo desconfiaba de la tez cobriza,
Hasta que un brazo fuerte me sacó del agua.

Yo creía haber visto muchas cosas,
Hasta que vi a mi pueblo deambulando sin rumbo por las calles.

Yo no quería al perro de mi vecino,
Hasta que aquella noche lo sentí llorar hasta ahogarse.

Yo no me acordaba de los ancianos,
Hasta que tuve que participar en los rescates.


Yo no sabía cocinar,
Hasta que tuve frente a mí una olla con arroz y niños con hambre.

Yo creía que mi casa era más importante que las otras,
Hasta que todas quedaron cubiertas por las aguas.

Yo estaba orgulloso de mi nombre y apellido,
Hasta que todos nos transformamos en seres anónimos.

Yo casi no escuchaba radio,
Hasta que fue la que mantuvo viva mi energía.

Yo criticaba a los bulliciosos estudiantes,
Hasta que de a cientos me tendieron sus manos solidarias.

Yo estaba bastante seguro de cómo serían mis próximos años,
Pero ahora ya no tanto.

Yo vivía en una comunidad con una clase política,
Pero ahora espero que se la haya llevado la corriente.

Yo no recordaba el nombre de todas las provincias,
Pero ahora las tengo a todas en mi corazón.

Yo no tenía buena memoria,
Tal vez por eso ahora no recuerde a todos,
Pero tendré igual lo que me queda de vida para agradecer a todos.



Yo no te conocía,
Ahora eres mi hermano.

Teníamos un río,
Ahora somos parte de él.

Es la mañana.
Ya salió el sol y no hace tanto frío.

Gracias a Díos.
Vamos a empezar de nuevo.


(GG) Anónimo
Santa Fe, Mayo 2, 2003.



lunes, 15 de marzo de 2010

Cuando una escuela termina


Cuando una escuela termina,
lo único lamentable es no haber aprendido

Domingo; ocho, ocho y media de la mañana. Es tarde, aún para un domingo.
Hasta los pájaros y algún gallo por el lado de Echesortu remolonean cantando a un sol que ya está bien alto, bien arriba en el cielo.
El viento chicotea cada tanto un cable en un chaperío a un centenar de metros.


 Lo que se ve desde mi balcón


Y abajo, a casi cuarenta, sobre el suelo, algún coche pasa arrastrando rumores, taxis casi siempre, en proporción de cinco a uno.
Salvo eso, todo es silencio. Esos autos son toda la señal de vida humana que se ve desde acá, un piso once, y les juro que se ve hasta el río.
Y mientras tomo mate y sol en el balcón me doy cuenta de que la paz es infinita.
La gente duerme, o se ha ido, o no se la ve; o acaso anoche tiraron la de neutrones...
Y entonces, en medio de toda esa paz, me decido a hacer lo que vengo portergando desde hace días: agarro mi “cuaderno de escribir” y trato de contarles sobre el Fin de los Tiempos.

“Terremotos en un lugar tras otro” (Marcos 13:8)

Sé que por acá pasan lectores de –digamos- ánimo ecologista.
Sé de su puntillosidad de comer “orgánico” y de sus camisetas “Save The Planet” en colores pastel.
Sé de sus conceptos “combativos” y “antisistema”.
(Uy!... Justo que escribía esta frase una mariposa color limón vino a revolotearme alrededor, y ahora está pancha posada sobre mi balde rojo...)
Vuelvo: sé de lo que piensan y quieren pensar. Pero vamos a ver qué es eso de “salvar el planeta”, y de qué, y para qué... (El “para qué” es fundamental, siempre...)
Pasó lo de Haití. Todos nos espantamos.
Pasó lo de Chile: todos estupefactos.
Pero “lo de Chile” no fué sólo “lo de Chile”: no fué sólo un temblor.
Hay más de veinte sismos en Chile de entre 3 y 7 grados Ritcher POR DÍA.
Para darse una idea, un 4 en la escala de Ritcher equivale a la explosión de una bomba atómica o de seis toneladas de TNT.
Y eso no es sólo en Chile. Miren esto:


Esta es una instantánea del monitor global sismologico europeo. Los círculos rojos son los terremotos unicamente de hoy, y hasta este momento. Los naranjas, de ayer. Los amarillos, acumulativos de hasta hace dos semanas atrás.

Para consultar el estado de hoy hacer click acá.

 NO ES una coincidencia.
Y NO ES paranoia. Hasta donde sé, las paranoias humanas no afectan a los sensores sismológicos globales.
Aceptémoslo. Vivimos en una frágil cáscara de huevo (la corteza terrestre) partida en pedazos que chocan y se embisten entre sí, flotando sobre un mar de lava, girando en torno a un núcleo de hierro fundido bajo presión.
Y eso se mueve TODO EL TIEMPO.
Cuando la tensión es tanta que necesita reacomodarse, se rompe y eso es un terremoto.
El movimiento es constante e incesante.
Hay fósiles marinos en las cumbres de los Alpes y del Tibet. Es decir: estuvieron bajo el mar. Por muuuucho tiempo...
Las Torres Dolphins, las más altas de Rosario, que se ven desde acá alzándose orgullosas sobre el río, tienen unos 150 metros. Lo que les digo que fué parte del fondo del océano alcanza los ocho kilómetros de altura...
Todo ese conjunto a veces se mueve más, otras menos. A veces, como ahora, registra movimientos inusitados y globales. Dos personas ya me contaron que parientes suyos vieron cómo el agua de la piscina se agitaba y desbordaba treinta centímetros durante el sismo de 8.8 en Chile. Una de ella en Rojas, otra en el Gran Rosario.
Como consecuencia de “sólo ese temblor”, el eje de la Tierra se movió ocho centímetros (fuente: NASA) y la ciudad de Buenos Aires se desplazó respecto de la órbita satelital de los GPS entre 2.5 y 4 cm, según la fuente que se tome.
Una vecina mía tiene los padres en un crucero por Brasil. Me cuenta que casi no soportan el barco ni pueden ir a la playa por el oleaje del mar...
Y en ese cuadro, en medio de ese contexto de tensiones cambiantes, estamos nosotros.
Humanos.
Y nos creemos dioses.
Esta suerte de cósmicos piojos resucitados nos creemos con derecho y poder de cambiar lo que queramos por los medios que sea.
Las estrellas, de noche, se nos cagan de risa.
Así nos va.
Así nos fué.
Y así nos olvidamos de lo que hacemos en este planeta, del sentido de estar acá.
Nos olvidamos de lo principal: lo que vinimos a aprender.

 “Siempre que llovió paró” (Noé)

Cuando era chico, los únicos que se animaban a hablar públicamente del fin del mundo eran los Testigos de Jehová, los sábados por la mañana generalmente, tocando el timbre cuando uno estaba en plena confección de las milanesas.
Después se le sumaron los que seguían “las profecías mayas”.
Ahora resulta que son los Testigos, los mayas, los antiguos egipcios, los babilonios, los Hopi, los tibetanos, los aztecas, Nostradamus, los cristianos protestantes y los que no protestan, los dibujantes de comic, los directores de cine catástrofe, los seguidores de la Nueva Era, los que afirman que hay cambio climático, los que reenvían correos electrónicos y los que consultan la NASA, el Nathional Geographic y el Discovery Channel.
Al parecer han logrado convencer hasta a la Tierra misma, con tanto sucundún tectónico, y al Sol, que para el 2012 dice la NASA que prepara un eructito de aquéllos...
Hasta una “vieja amiguita mía” –como se definía ella- les “decía” telepáticamente a los papás que “hay que colaborar con lo inevitable”. Tenía, por entonces, un año de nacida.
Bueno, asumámoslo: lo sabemos todos. Quien quiera ver que vea.
Y entonces... ¿que haremos?
Si están pensando en salir desesperadamente a guardar agua potable, a enterrarse en un búnker en zona alta no inundable (ni sísmica...), a pertrecharse de armamento hasta los dientes en previsión de bandas de saqueadores que patrullen el escenario post-apocalíptico... en fin: hagan lo que les parezca.
A mí, particularmente, no me interesa vivir en esas condiciones.
La vida en la materia, por la materia en sí, no sólo es poco satisfactoria: nos revela la falta de propósito de estar encarnados. O, a lo sumo, nos sirve para compararla con una vida plena de espíritu y amor.
Y si entendemos eso, el fin del  mundo se torna innecesario, irrelevante, una transición menor y de paso.
Pero al parecer no lo entendimos. Seguimos riñendo por hacer cada quien lo que se le ocurra. Seguimos compitiendo peor que animales sólo para probarnos y probar a otros lo “único y especial” que somos.
Y el propósito de esta escuela llamada Tierra es claro:  promover el crecimiento espiritual experimentando vivencias para luego compararlas y construir, así, un mundo con seres mas sabios.
No sé si se acuerdan, pero a eso vinimos.
Y eso NO PUEDE HACERSE SIN AMOR. Con fin del mundo o sin él, cerrando una etapa con más o menos trauma, si no logramos aprehender y mantener el amor como una fuerza activa entre nosotros olvídense de cualquier “soñado planeta de ascención”, ni de Cielo ninguno, ni de Nirvana mágico. Sin amor lo único que se mantiene es un autoengaño, aunque su condición colectiva y de discurso hegemónico nos haga parecer que no es una ilusión.
Sin amor repetimos lo de la Atlántida.
Otra vez sopa.
Y otra vez a marzo.
Así que si están pensando en correr a salvar los trapos, como en la película 2012, les digo que es mejor que se sienten un rato bajo un árbol y lo piensen dos veces. Piensen en “para qué”. Cébense unos mates, y piensen “para qué”...

  
“Memento mori”
“Para decir adiós, vida mía” (José Feliciano)
Y si acaso les pinta, por qué no, piensen en la muerte. Es útil en estos casos. De los duelos se aprende, y la muerte es el último de los duelos, el duelo final. Y no hace falta, para aprender de ella, que llegue el final; eso es lo bueno que tiene. Miren, miren lo que escribió alguna vez el psiquiatra M. Scott Peck: “Si logramos vivir con el conocimiento de que la muerte es nuestra constante compañera que marcha con nosotros “hombro con hombro”, la muerte puede convertirse, según las palabras de don Juan, en nuestra “aliada”; espantosa, pero aún así y todo una continua fuente de sabio consejo. Si pensamos en la muerte como en la consejera constante que nos señala el límite del tiempo en que hemos de vivir y amar, siempre nos guiará para que hagamos buen uso de nuestro tiempo y vivamos la vida con total plenitud. Pero si nos resistimos a afrontar plenamente su espeluznante presencia, nos perderemos sus consejos y posiblemente no podremos vivir ni amar con tranquilidad. Cuando nos arredramos ante la muerte, ante la naturaleza siempre cambiante de las cosas, inevitablemente nos arredramos ante la vida.”
Y entonces hasta la huesuda de rostro horrendo nos recordará lo vital y lo importante del amor, de vivir con amor. Y nos hará entender de una vez por todas –si es que no pudimos antes- a Walt Whitman: "Quien camina una sola legua sin amor, marcha amortajado hacia su propio funeral".


“Le estoy hablando, hablando, hablando a tu corazón” (Charly García)
“De qué hablamos cuando hablamos de amor” (Andrés Calamaro)
Era esto lo que quería decirles.
Creo que ahora me entienden.
Ahora, si gustan, pónganse las remeras “Save the Planet”, vistan de blanco o de pastel, coman “orgánico”y “sanito”, filtren catorce veces cada vaso de agua que beban, háganse la huerta urbana en el balcón, múdense a donde más les plazca, luchen a brazo partido contra las Multinacionales, el Sistema, los Iluminati y el Nuevo Orden Mundial, constrúyanse casas de barro o de botellas plásticas, “reciclen-reúsen-reduzcan”, citen a Gandhi y a Martin Luther King, manden sus hijos a escuelas Waldorf o Montessori, cómprense la colección completa de Vivir en Positivo, concurran a conferencias de gurúes “new age”, hagan cuanto taller vean promocionado sobre Ascensión y Contacto con Seres Superiores (cuanto más caro, mejor...), pasen media vida en un Spa Relax, prendan docenas de velas y sahumerios, escuchen todo el día música de cuencos, tómense litros y litros de esencias vibracionales (cuanto más raras, mejor...), párense a los gritos en las esquinas vociferando que viene “La Fin del Mundo”, corran, escóndanse bajo la cama y saqueen comercios, vacúnense contra pestes que aún no existen, o no se vacunen contra nada, aférrense a su cargo municipal o corporativo, especulen ganancias con la caída de la Bolsa, el oro o el agua potable, peléense a muerte por un vaso de agua, indígnense leyendo los diarios o no lean ni media palabra de absolutamente nada, pergeñen proyectos “alternativos”, siéntense a esperar que los rescaten las naves extraterrestres, prediquen, profieran, mediten, leviten, recen...
HAGAN LO QUE LES PAREZCA.
Total... es el fin del mundo, ¿no?
Pero eso sí... Si alguno quiere intentar oirme entre todo este ruido, quiero decirle esto: que yo empezaría por ser honesto, conmigo mismo, y con los demás.
Transparente, casi transparente...
Que la Verdad nos vuelva leves.
Y que amemos, todo lo más posible. Que se nos descosa el pecho de amor. Pero de amor pulenta, de amor de bute, no de “catexia”.
Porque, venga lo que venga y pase lo que pase, sin amor y sin Verdad, difícil que el chancho chifle...

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