viernes, 29 de junio de 2007

Coincidencias; co-incidencias...

Imagen del Mutus Liber ("Libro Mudo"), grimorio alquimista.


Somos lo que somos.
Más allá de lo que creemos de nosotros mismos, o de lo que los demás opinen sobre ese punto, respondemos a una esencialidad concreta, que impregna nuestros actos.
"Todos tenemos cara y señal", decían los mayas, "pero la se
ñal es más cara que la cara visible".
Quiero decir esto para escribir que yo hace un año no tenía casi ninguna idea de lo que fuera la Alquimia.
O al menos eso creía.

Por esos días, lo más que había hecho eran unos elixires con piedras, que los hacía para mí, para mejorar un poco mi salud. Y mi grado de conciencia.
Ah!... y había leido, cuando chico, un libro de Alberto el Magno que vaya a saber cómo cayó en mi casa de infancia, un hogar encabezado por un reparador de cortinas -mi viejo- y poco frecuentado por publicaciones diferentes a -digamos- las Selecciones del Reader's Digest o la Radiolandia.

Pero parece que este desconocimiento aparente poco le importó al Universo.
Porque por esos días de hará un año, mi amiga Ro le hablaba de mí a una chica que no me conocía, ni yo a ella. Vaya a saber en qué terminos mi amiga me describió o intentó hacerlo (he aprendido a no andar averiguando lo que las person
as hablan de mí estando ausente: hace la vida más llevadera...); pero lo cierto es que en determinado momento esa chica entrecierra los ojos, como adormilada, con esa expresión que ponemos cuando recordamos el mar, y le dice: "¿Quién? ¿El alquimista?".

Cuando Ro me narró este diálogo, entendí que lo que somos nos trasciende, lo sepamos o no.
El darse cuenta de eso es un trabajo, pero, de últimas, un detalle secundario.
Afectamos a lo existente desde nuestra esencia, a eso se reduce todo.

Poco después, siguiendo un raro rastro de las investigaciones energéticas de Wilhelm Reich, me dí a fabricar unos aparatitos -que terminé bautizando "bionitos"- que hoy sé no son ni más ni
menos que transmutadores alquímicos de energía negativa en positiva.
Todo porque quería fabricar un artilugio de medicina radiónica "casero", o -cuando menos- a un costo accesible frente a los de plaza.

La verdadera Alquimia sostiene que no importa tanto lo que queramos obtener o crear: lo importante es el efecto que esa trabajosa y metódica búsqueda hace en nosotros.
Lo transmutativo de la pesquisa de la Piedra Filosofal es cómo el Alquimista queda transformado luego de ese proceso: somos lo que buscamos, "macrocosmos y microcosmos", "como es arriba es abajo, y como afuera, dentro". Eso dice la Tabla Esmeralda, viejo códice alquímico de Trimegistro.
Y así fué que esos bionitos me cambiaron: construyéndolos.

En esas cosas estaba cuando hará seis meses una amiga mía de España, que hace talleres de "sanación" y otras técnicas de la Nueva Era, me pidió los Textos de Cristal -mis escritos sobre los niños Cristal- para usarlos de material de base en sus actividades.
Recordando cómo había venido la mano antes, le dije que esperara un tiempito, hasta que los registrara. Me dijo que estaba ok, y que le avisara cuándo.
Creo que fue en ese mismo día que Graciela, la que hoy es mi editora, me manda un mail saludándome y preguntándome "si había publicado ya mi libro, y sino, si quería publicarlo".

Muchas co-incidencias.... "sigue al conejo blanco, Alicia..."

Le dije que sí, pero que quería "actualizarlo", updatearlo poniendolo al día.
Lo que le dije sin decir, es que tenía que escribir sobre los Crisol, de los cuales había adelantado el nombre hacía cuatro años, y que había visto confirmado en las definiciones de vibraciones de Cristina Scharles (a las que llegué un día -casi sobra aclararlo- de manera "casual") ... y que no tenía mucha idea de cómo encarar ese trabajo.
Pero ya se sabe que cuando uno está abierto, escucha el Universo.

Así que, tranquilo -era un sábado de lluvia en ciernes, recuerdo- me fui como quien se pierde a caminar por Palermo (un enorme parque que hay en mi ciudad, Buenos Aires).
Encontré los frustrados intentos de un recital, suspendido por las nubes negras que amenazaban desde el cielo, y, como caído al azar, un puesto de biblioteca móvil.
Uno de esos gazebos donde te prestan libros por un rato.

Entre las publicaciones de moda, mis manos eligieron un tomo de las Obras Completas de Borges.
Caminé unos pasos, y me senté en el césped.
Antes de que unos implacables goterones me obligaran a abandonar la lectura y a devolver el libro, pude leer lo que mis manos al azar abrieron en esas páginas.

En un instante trémolo, insondable, mis dedos separaron en un único movimiento -fluido, increíblemente armónico y potente- las hojas en un punto cualquiera.
El poema "El Alquimista" surgió, como quien espera desde siempre.



Uno de mis bionitos transmutadores.



lunes, 25 de junio de 2007

Urgente y heterodoxo

Más tarde, más otro día seguiré contando el cómo se fueron sucediendo las cosas.
O de cómo vine a parar yo escribiendo un libro que me terminó transformando.
Como buen objeto de alquimia...

Eso se los cuento en otra entrada, que aún no escribo. Hago esta para subirles el prólogo, para compartirlo con quienes les interese el tema, y para hacer causa común una vez más con los heterodoxos que ningunean los límites arbitrarios, y que conspiran para re-unir este mundo roto y atomizado. Pero esta vez, bien.

Acá les dejo, bon appetit:


Preludio
Vindicación de la heterodoxia


Este es un libro urgente.
Y, en verdad, son dos.


La premura y la heterodoxia, entonces, lo marcan
desde el vamos, lo atraviesan como radiantes flechas
de sol.


Una traición ‑los avatares de una tradición‑ demoró la
publicación de la primera parte, que recién en esta edición
conoce el público en forma integral.
Hacia el invierno de 2003, casi sin proponérmelo,
vislumbré ‑o me fue atisbada‑ la presencia de la vibración
siguiente mientras escribía sobre los niños Cristal. (1)


Redacté, entonces, esos textos, que hoy constituyen
la porción inicial de este volumen, de temática y tono
cristalinos.
Sin embargo, percibí en ellos cierta inquieta
efervescencia, cierta fuerza decididamente concreta y
en ciernes, como de agua a punto de romper el hervor,
poco habitual en las pletóricas de paz cosmogonías de lo
Cristal.


Era una inefable y firme vehemencia de cambio,
de voluble cualidad proteica, de mágmica plasticidad
candente, de silente pero fragorosa fragua.
Era la energía reconcentrada de las líneas mutantes de
los hexagramas del I Ching, que prefiguran y anuncian su
inminente transmutación.


Creí ‑en aquellos días‑ que los textos eran los que
mutaban.
Hoy, con casi cuatro años de perspectiva, me doy
cuenta de que el mutante era yo.


Que era ‑y soy, y somos…‑ parte de un proceso más
vasto, impensable casi.
Una operación de dimensiones pasmosas, estelares;
que involucra muchos planos amén de éste.
Y de que un único punto de vista era insolvente para
abarcarla.


Y que ‑necesariamente‑ a fuerza de amplitud nos
conduce al mismo tiempo a la precisión y a la humildad,
al conocimiento y a la incertidumbre, a la contemplación
y a la acción incesantes y simultáneas.


Nos conduce, de forma ineluctable, a ser heterodoxos.


Por lo tanto, no fue una sorpresa cuando hace unos
meses, al retomar el tema, decidí ese enfoque para escribir
sobre los Crisol, la generación siguiente a los Cristal, un
paso más en la evolución humana. (2)


Inevitablemente, hablar de esto es visitar las fuentes
del vislumbre, aquellos que calzaron de una manera
extraña, los «varios hombres en uno», como definió
Borges a Emmanuel Swedenborg. (3)
Los “nowhere men” (4), los habitantes de dos mundos
en uno.


Estos hombres han transitado ‑haciendo filigranas a su
paso‑ liminares filos de navaja cotidianos.
Fueron, en sí mismos, portales uniendo varios planos,
puntos de vista y acción.


Swedenborg unió la ciencia y la mística.
Blake la fe, la inteligencia y la estética.
Gurdieff la entrega y la voluntad.
Jung la conciencia individual y el inconciente colectivo.
Reich la autodeterminación personal y la energía
cósmica.
Scott Peck la psiquiatría y el exorcismo.
Kühlewind los campos del impreciso lenguaje y del
inefable significado.


Jesucristo ‑al fin‑ las existencias espiritual y terrenal, y
como nadie, enseñó que la construcción del Reino está en
el aquí y ahora, en el corazón del hombre, en el centro de
la cruz.


Un pensamiento señala con razón que la característica
del genio es darse cuenta del principio común que enlaza
dos fenómenos en apariencia antagónicos.
Es la visión ‑genial, dialéctica, holística‑ de Newton
cuando comprende que la manzana que cae y la Luna que
no cae son sendamente regidas por la universal ley de
gravedad.


Esa actitud implica apertura, confianza, sed de saber,
servicio.
Y casi siempre, generosidad y coraje.


Todo heterodoxo gana dos enemigos: los fanáticos
acérrimos de cada ortodoxia que se propone reunir, aguas
y aceites de la sopa cósmica.


Pero, en virtud, sabe en su íntimo coleto que no une
nada, que Todo estaba unido ya desde el principio, y que
toda separación puede entrañar en sombras un ilusorio
intento de control.(5)


Gente como esta, y otros, pioneros, inclasificables,
anónimos las más de las veces, configuraron primigenias
personificaciones de lo Crisol, excepciones de las
excepciones, patafísicos de lo cotidiano.
Con su presencia y obras dijeron al seguro dogmático:
«Hey!... el mundo es más grande de lo que te piensas…»,
con esa ubicua recomendación de hospitalario criterio que
Hamlet le hace a Horacio acerca de su filosofía.


De allí la importancia de la heterodoxia como ejercicio
constante, porque nos libera ‑humildemente‑ de las falsas
creencias, porque nos acerca a Dios, es decir, a la vida.
«No vengo a destruir la Ley, vengo a completarla» (6): lo
holístico siempre suena heterodoxo…


Y porque es esencial para comprender lo que está
pasando.


Porque, lo entendamos o no, esa vasta consumación se
está dando en nuestro planeta.
E incluye ‑cómo no‑ nuestra humanidad.


Es una inconcebible conjunción de planos existenciales
y de niveles de conciencia, pero aclararé con énfasis: sin
desmedro de la identidad.


Ni de la libertad individual.


Ni de la relevancia de la acción y decisión personales.


Por eso la urgencia de este libro.
Porque los Crisol están aquí, donde Luz y Sombra los
esperan.


No vienen por mandato. Vienen por amor.
No vienen a salvar. Vienen a construir.
No vienen a ser mártires. Vienen a ser humanos.


Y es urgente porque las fuerzas involutivas van a
intentar confundirlos.
O mejor: detenerlos.
O mejor: cautivarlos.
Y si no pueden… aislarlos.
Destruirlos.


Nada de esto importa, verdaderamente.
El problema está en la vida, y no la vida en el
problema.


Nada de esto importa en definitiva, salvo como un
aviso entre amigos, porque los Crisol están aquí.


Y la Transurgencia está en marcha.


Como siempre.


Y para siempre.



Notas al pie:

(1) No es que los vaticinios me importen gran cosa ‑al fin de cuentas, se han
transformado en un deporte muy popular‑, pero sí me resultan útiles como
datos a la hora de tomar decisiones en el aquí y ahora. Saber que las plantas se
marchitan sin agua es válida motivación para regarlas…


(2) Mi hilo de Ariadna comenzó un domingo, en un parque, en una biblioteca
ambulante, con mis manos eligiendo al azar un tomo de Borges. Su poema “El
Alquimista” me acechaba dentro, como desde siempre.


(3) J. L. Borges en el prólogo a “Mystical Works” de Swedenborg; en “Prólogos
con un prólogo de prólogos”, Torres Agüero Editor, Bs As, 1975.


(4) “Nowhere” es un calembour que junta “Now here” (aquí y ahora) con
“No Where” (de ningún lugar). Nunca supe a ciencia cierta a cuál de las dos
se refirieron Los Beatles en su «Nowhere Man». Probablemente a ambas, a
la vez. Sea cual fuere la respuesta, no deja de maravillarme esta elocuente
imprecisión utópica, este oxímoron.


(5) Cierta vez, un chico índigo de cuatro años al que le mostré uno de esos
cristales que irisan según la luz, quiso preguntarme por cuál era mi color
preferido, pero lo hizo con la siguiente expresión: «¿Cuál es tu parte
favorita?»... Si eso no es ser holístico, díganme qué lo es...


(6) Mateo 5:17.



El Nuevo Líder
Ilustración de Paula Pogranizky


Todo comienza al fin alguna vez

Uno suele pensar -a veces- que todo tiende a girar en redondo, en spin continuo, como el Wincofón cuando llegaba al final del disco, con ese ssssricth ssssritch secuencial, ese metrónomo de la nada, un loop en la rueda del Tiempo, ese Samsara.

Y de pronto las cosas se activan, todo se vuelve relampagueante y veloz, una montaña rusa de sucesos que nos parecen caóticos o azarosos, pero que una interna y confiada mirada nos los revela como prefigurados, en ciernes y ajustados como un mecanismo de resortes y cuerdas.

Eso pasó este año, al principio.
Pero vamos por partes... el verdadero hilo empieza por el 2003.

Yo había escrito unos textos sobre los niños Cristal, a pedido de unas personas que "trabajan" con ellos -y con índigos- y que iban a sacar un libro sobre el tema, de eso harán cuatro años.

Se los dí, con la única condición -por todo precio- de que publicaran mi mail.

Demás está aclarar que ese pequeño detalle nunca lo cumplieron: hoy sé que una característica de los falsos profetas y vacas sagradas es jamás de los jamases invitar a nadie "desconocido" a sentarse a su lado. Control, figuración y concentración: a eso se reduce el milagro de la "nueva era", en las manos y en las mentes de estos nuevos gurúes.

La situación, de hecho, ya se había tensado por estos motivos: me llamaron pretendiendo que dejase de colgar públicamente mis textos en foros de internet. "O sólo con nosotros, o no publicás": fue tajante y concisa la frase. Muy bien: los seguí subiendo a internet a medida que los escribía, fiel a aquella frase crística a los Apóstoles: "Recibieron gratis, den gratis".

Los iluminados popes no me volvieron a llamar, ni quisieron verme más. Publicaron -eso sí- parte de mis textos, porque le servían, obviamente.

Y, en algún sentido, yo también me dejé "robar", casi concientemente: la planta que se deja arrebatar la jugosa fruta a manos de animales voraces, lo hace a sabiendas de que ese mecanismo esparcirá sus semillas cuando el predador vacíe su intestino, a lejanas distancias de allí.

Y así, mi mensaje se polinizaría, multiplicado públicamente en un libro que vendería miles de ejemplares, y llegaría a los Cristales y a su entorno: era la manera que tenía en esos días, y es la manera que usé, la del abrojito.

Comencé esos textos, entonces, -que hoy conforman la primera parte de mi libro Transurgencia- con un título casi inmotivado en aquellos días: "Cristales y Crisoles".

Hoy, que la vibración Crisol es un hecho que va siendo develado, sé porqué lo hice.

Y miren las vueltas que tiene el destino: el mismo acto de colgarlos gratuitamente de corazón en la web para que se sirviera todo aquel que tuviera menester, fue el que a la postre me permite probar aquellos sucesos, y -creo- lo que impidió que dichas páginas me fueran arrebatadas del todo: lo que ya ha sido público es más difícil de robar.

"Casualmente" por eso, todo psicópata prefiere los actos privados, y sin constancia: así escribe la memoria de sus víctimas.
Se olvida, o intenta inútilmente olvidar, que todo es público a los ojos de Dios, o del Universo.
Que únicamente él es el que se engaña, como un niño pequeño que se tapa los ojos con las manos y nos dice "No estoy..."

De esta forma, y con estos avatares, dió comienzo la historia de mi libro.

Seguiremos informando... Manténganse en sintonía.


domingo, 24 de junio de 2007

La transmutación de los nuevos niños

Un fantasma recorre el mundo.
Es el fantasma de un mundo mejor, posible.
La humanidad está comprobando que sus nuevos hijos ven y viven la vida en forma diferente.
Más transparente, más honesta, más amplia.
Más espiritual.

Prosiguiendo con la gradación de vibraciones que se hizo pública con los Índigo y siguió con los Cristal, hoy los Crisol están entre nosotros.
En cierto modo -aislada, imperceptiblemente- lo han estado siempre.

Esto genera expectativas, en nosotros y en ellos.

¿Cómo son, cómo ven la existencia?
¿Qué podemos compartir y construir con ellos?
¿Qué riesgos los acechan?

De estas delicadas cuestiones trata este blog.

Bienvenidos a todos, pasen... esta es su casa.



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