lunes, 25 de junio de 2007

Urgente y heterodoxo

Más tarde, más otro día seguiré contando el cómo se fueron sucediendo las cosas.
O de cómo vine a parar yo escribiendo un libro que me terminó transformando.
Como buen objeto de alquimia...

Eso se los cuento en otra entrada, que aún no escribo. Hago esta para subirles el prólogo, para compartirlo con quienes les interese el tema, y para hacer causa común una vez más con los heterodoxos que ningunean los límites arbitrarios, y que conspiran para re-unir este mundo roto y atomizado. Pero esta vez, bien.

Acá les dejo, bon appetit:


Preludio
Vindicación de la heterodoxia


Este es un libro urgente.
Y, en verdad, son dos.


La premura y la heterodoxia, entonces, lo marcan
desde el vamos, lo atraviesan como radiantes flechas
de sol.


Una traición ‑los avatares de una tradición‑ demoró la
publicación de la primera parte, que recién en esta edición
conoce el público en forma integral.
Hacia el invierno de 2003, casi sin proponérmelo,
vislumbré ‑o me fue atisbada‑ la presencia de la vibración
siguiente mientras escribía sobre los niños Cristal. (1)


Redacté, entonces, esos textos, que hoy constituyen
la porción inicial de este volumen, de temática y tono
cristalinos.
Sin embargo, percibí en ellos cierta inquieta
efervescencia, cierta fuerza decididamente concreta y
en ciernes, como de agua a punto de romper el hervor,
poco habitual en las pletóricas de paz cosmogonías de lo
Cristal.


Era una inefable y firme vehemencia de cambio,
de voluble cualidad proteica, de mágmica plasticidad
candente, de silente pero fragorosa fragua.
Era la energía reconcentrada de las líneas mutantes de
los hexagramas del I Ching, que prefiguran y anuncian su
inminente transmutación.


Creí ‑en aquellos días‑ que los textos eran los que
mutaban.
Hoy, con casi cuatro años de perspectiva, me doy
cuenta de que el mutante era yo.


Que era ‑y soy, y somos…‑ parte de un proceso más
vasto, impensable casi.
Una operación de dimensiones pasmosas, estelares;
que involucra muchos planos amén de éste.
Y de que un único punto de vista era insolvente para
abarcarla.


Y que ‑necesariamente‑ a fuerza de amplitud nos
conduce al mismo tiempo a la precisión y a la humildad,
al conocimiento y a la incertidumbre, a la contemplación
y a la acción incesantes y simultáneas.


Nos conduce, de forma ineluctable, a ser heterodoxos.


Por lo tanto, no fue una sorpresa cuando hace unos
meses, al retomar el tema, decidí ese enfoque para escribir
sobre los Crisol, la generación siguiente a los Cristal, un
paso más en la evolución humana. (2)


Inevitablemente, hablar de esto es visitar las fuentes
del vislumbre, aquellos que calzaron de una manera
extraña, los «varios hombres en uno», como definió
Borges a Emmanuel Swedenborg. (3)
Los “nowhere men” (4), los habitantes de dos mundos
en uno.


Estos hombres han transitado ‑haciendo filigranas a su
paso‑ liminares filos de navaja cotidianos.
Fueron, en sí mismos, portales uniendo varios planos,
puntos de vista y acción.


Swedenborg unió la ciencia y la mística.
Blake la fe, la inteligencia y la estética.
Gurdieff la entrega y la voluntad.
Jung la conciencia individual y el inconciente colectivo.
Reich la autodeterminación personal y la energía
cósmica.
Scott Peck la psiquiatría y el exorcismo.
Kühlewind los campos del impreciso lenguaje y del
inefable significado.


Jesucristo ‑al fin‑ las existencias espiritual y terrenal, y
como nadie, enseñó que la construcción del Reino está en
el aquí y ahora, en el corazón del hombre, en el centro de
la cruz.


Un pensamiento señala con razón que la característica
del genio es darse cuenta del principio común que enlaza
dos fenómenos en apariencia antagónicos.
Es la visión ‑genial, dialéctica, holística‑ de Newton
cuando comprende que la manzana que cae y la Luna que
no cae son sendamente regidas por la universal ley de
gravedad.


Esa actitud implica apertura, confianza, sed de saber,
servicio.
Y casi siempre, generosidad y coraje.


Todo heterodoxo gana dos enemigos: los fanáticos
acérrimos de cada ortodoxia que se propone reunir, aguas
y aceites de la sopa cósmica.


Pero, en virtud, sabe en su íntimo coleto que no une
nada, que Todo estaba unido ya desde el principio, y que
toda separación puede entrañar en sombras un ilusorio
intento de control.(5)


Gente como esta, y otros, pioneros, inclasificables,
anónimos las más de las veces, configuraron primigenias
personificaciones de lo Crisol, excepciones de las
excepciones, patafísicos de lo cotidiano.
Con su presencia y obras dijeron al seguro dogmático:
«Hey!... el mundo es más grande de lo que te piensas…»,
con esa ubicua recomendación de hospitalario criterio que
Hamlet le hace a Horacio acerca de su filosofía.


De allí la importancia de la heterodoxia como ejercicio
constante, porque nos libera ‑humildemente‑ de las falsas
creencias, porque nos acerca a Dios, es decir, a la vida.
«No vengo a destruir la Ley, vengo a completarla» (6): lo
holístico siempre suena heterodoxo…


Y porque es esencial para comprender lo que está
pasando.


Porque, lo entendamos o no, esa vasta consumación se
está dando en nuestro planeta.
E incluye ‑cómo no‑ nuestra humanidad.


Es una inconcebible conjunción de planos existenciales
y de niveles de conciencia, pero aclararé con énfasis: sin
desmedro de la identidad.


Ni de la libertad individual.


Ni de la relevancia de la acción y decisión personales.


Por eso la urgencia de este libro.
Porque los Crisol están aquí, donde Luz y Sombra los
esperan.


No vienen por mandato. Vienen por amor.
No vienen a salvar. Vienen a construir.
No vienen a ser mártires. Vienen a ser humanos.


Y es urgente porque las fuerzas involutivas van a
intentar confundirlos.
O mejor: detenerlos.
O mejor: cautivarlos.
Y si no pueden… aislarlos.
Destruirlos.


Nada de esto importa, verdaderamente.
El problema está en la vida, y no la vida en el
problema.


Nada de esto importa en definitiva, salvo como un
aviso entre amigos, porque los Crisol están aquí.


Y la Transurgencia está en marcha.


Como siempre.


Y para siempre.



Notas al pie:

(1) No es que los vaticinios me importen gran cosa ‑al fin de cuentas, se han
transformado en un deporte muy popular‑, pero sí me resultan útiles como
datos a la hora de tomar decisiones en el aquí y ahora. Saber que las plantas se
marchitan sin agua es válida motivación para regarlas…


(2) Mi hilo de Ariadna comenzó un domingo, en un parque, en una biblioteca
ambulante, con mis manos eligiendo al azar un tomo de Borges. Su poema “El
Alquimista” me acechaba dentro, como desde siempre.


(3) J. L. Borges en el prólogo a “Mystical Works” de Swedenborg; en “Prólogos
con un prólogo de prólogos”, Torres Agüero Editor, Bs As, 1975.


(4) “Nowhere” es un calembour que junta “Now here” (aquí y ahora) con
“No Where” (de ningún lugar). Nunca supe a ciencia cierta a cuál de las dos
se refirieron Los Beatles en su «Nowhere Man». Probablemente a ambas, a
la vez. Sea cual fuere la respuesta, no deja de maravillarme esta elocuente
imprecisión utópica, este oxímoron.


(5) Cierta vez, un chico índigo de cuatro años al que le mostré uno de esos
cristales que irisan según la luz, quiso preguntarme por cuál era mi color
preferido, pero lo hizo con la siguiente expresión: «¿Cuál es tu parte
favorita?»... Si eso no es ser holístico, díganme qué lo es...


(6) Mateo 5:17.



El Nuevo Líder
Ilustración de Paula Pogranizky


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