lunes, 4 de febrero de 2008

Mi marciano favorito

Una película anda dando vueltas por algunos cines. No he visto que en mi ciudad sea un éxito de taquilla (nada verdaderamente bueno suele serlo aquí), pero lo cierto es que ahí anda todavía en la pantalla grande de un par de cines; y en EEUU ya ha salido en DVD.
Al pasar por donde habían colgado su anuncio dí toda una vuelta, venía caminando desde el ángulo en que no se lo podía ver, y mis piernas se tomaron ellas solas todo el trabajo de rastrear esa información que de algún modo misterioso ya estaba en el aire, con esa seguridad incomprobable de dirigirse exactamente donde sabían que debían ir.


El film en cuestión es “Martian Child” (“Niño marciano”), que las distribuidoras locales dieron por traducir “Un niño de otro mundo”, John Cusack y Bobby Coleman en los papeles principales.

Su delicioso argumento trata de un escritor de una saga de libros de ciencia-ficción muy vendible, recién enviudado, que termina adoptando un niño abandonado al nacer, una criatura adorable de ideas y costumbres de lo más extrañas, que se cree proveniente de Marte.
Rehuyente de los rayos directos del sol, el chico vive en el “orfanato” adentro de una caja cuando tiene que salir al descubierto, sacando fotos Polaroids con una máquina sin rollo del mundo “exterior”, desde la penumbra del cartón donde se siente refugiado.


"Hola... ¿hay alguien en casa?"


Lo que más me gusta del guión es el excelente interjuego de ambas posibilidades: de que el chico “crea” ser marciano racionalizando su rechazo temprano por el mundo –es decir: por sus padres, que es nuestro primer “mundo”, vamos…-, o bien de que realmente lo sea… pero con el mismo problema de aceptación social y necesidad de cariño que afrontan millones de chicos “terrestres” en este planeta.
“¿Quién necesita ser marciano, después de todo?”, nos quedamos preguntándonos cuando las letras del final concluyen desvaneciéndose en la pantalla oscura.
En la hermosa línea de “I am Sam” (“Mi nombre es Sam”), “Little Man Tate” (“Mentes que brillan”), y “Powder” (“Pura energía”), este film nos conecta con un poco explorado y bastante rehuido lugar de decisión de convivencia, de coexistencia con lo “diferente” (“diferente” visto desde dónde, me pregunto…).



Y nos estimula a reflexionar en esa extraña sustancia: el Amor, pero el real, ese que a veces incomoda al mundo; a la vez que vuelve incompletos e irreales –tal como realmente lo son- los encandilantes enfoques de películas como “Evolución Indigo”, “¿Qué rayos sabemos?” y series como “Héroes”, donde el acento se pone en la diferencia aparente (los “poderes” o capacidades extraordinarias de los nuevos chicos, como la telepatía, etc) y no en el factor común de convivencia posible y real: la decisión de entender al otro y desarrollar empatía por él.
En una palabra: el amor.
Ese es el único factor que hace una real distinción, aún en este planeta, o en Marte, o en el Reino de los Cielos.
O en cualquier otro lado.
Eso es lo que los falsos profetas y gurúes quieren imitar, con sus edulcoradas fantasías de dominio… pero no lograrán engañar a quienes lo conocimos, como este chico “marciano”, como tantos otros en la Tierra.
Porque… ¿de qué modo podría buscarse –y encontrarse- aquello que previamente no hubiésemos conocido?
Este chico, marciano o terrestre, busca el amor, como tantísimos de nosotros, terrestres o marcianos.
Lo busca porque lo contiene.
No se acuerda concientemente, tal vez… pero lo conoció, y lo trajo consigo.




Y el amor es una sustancia con un atributo propio, distinto a todos los de este mundo: dándolo es como se recibe.
Ya saben el camino.
Y, si pueden, vean esa peli... en el cine, o por la calle. Yo la veo pasar... todo el tiempo.

sábado, 2 de febrero de 2008

Un Mundo No Basta -parte II-: El agujero insaciable ataca de nuevo

¿Dónde comienza, dónde se origina este agujero?

¿Es producto de una costumbre, de un sistemático adoctrinamiento, de –digamos- una “educación” (medios masivos de comunicación incluidos) o tal vez es un fenómeno inherente a lo humano, algo más íntimo o eterno?

Esta es la pregunta del millón en estos temas.

"¡¡Míos míos míííííios!!"


Hay argumentos y experiencias tanto para una postura cuanto para la otra.
Los hay esenciales: vean “La delgada línea roja”, por ejemplo.
O vean “Instinto”.
Vean esas maravillosas películas: ahí hablan de eso, de los “takers”, “los que toman”, los conquistadores y su ansia de control y posesión (1)

Por otro lado, muchos de los mejores y más auténticos maestros espirituales que anduvieron la Tierra señalaron la importancia de la acción continuada y metódica en la construcción de una persona y de una sociedad.

Y los contrarios a ellos… también.
De hecho, es el mecanismo instrumentado por las bebidas gaseosas –a nivel orgánico- por ejemplo –según algunos para generar mercados cautivos-, y el marketing en general.

Pero en materia de construcción del deseo inalcanzable, dejemos hablar al maestro: en la película “El Abogado del Diablo”, los autores del guión ponen en la boca del mismísimo oscuro una “receta” de cómo edificar un mundo a su conveniencia, que nos da una pauta acerca del origen de tanto estímulo al Agujero Insaciable. Veamos qué dice:

“Eddie Barzoon, Eddie Barzoon...
Lo cuidé cuando tuvo sus dos divorcios, su rehabilitación de coca, y cuando embarazó a una recepcionista.
Una criatura de Dios, ¿no?
¿Una criaturita especial de Dios?
Se lo he advertido, Kevin.
Se lo he advertido a cada paso del camino.
Viéndolo rebotar como un juguete de cuerda.
Como 110 kg de codicia egoísta sobre ruedas...

El próximo milenio está aquí, a la vuelta.
Eddie Barzoon..., fíjate bien en él porque es el chico modelo para el próximo milenio.
Esta gente... sus orígenes no son ningún misterio.
Agudizas el apetito humano hasta el punto en que puede dividir átomos con su deseo.
Construyes "egos" del tamaño de catedrales.
Conectas el mundo con fibra óptica a todos los impulsos del ego.
Lubricas hasta los sueños más estúpidos con fantasías enchapadas de oro hasta que cada uno aspira a ser emperador, o a ser su propio dios.

¿Y luego, qué?
¡Dirección equivocada!
¡Al carajo con todo!
Mientras corremos de un asunto al siguiente... ¿quién cuida el planeta?
El aire se espesa, el agua se agria.
La miel adquiere el sabor metálico de la radioactividad... y el proceso sigue adelante, cada vez más rápido.

“-¡Auxilio! ¡Alto!-”

No podemos pensar, prepararnos.
Compramos futuros, vendemos futuros... cuando no hay futuro.
Tenemos un tren desbocado.
Tenemos mil millones de Eddies Barzoons corriendo al futuro, listos para meter el puño en la vagina del ex planeta de Dios... y lamerse los dedos... antes de tocar sus primitivos teclados cibernéticos para sumar sus jodidas horas cobrables.

Y de repente se dan cuenta.

Tienes que pagar tu propio pasaje, Eddie.
Es un poco tarde para zafarte.
Tienes la panza muy llena... el pito adolorido... los ojos inyectados y pides ayuda a gritos.
Pero, ¿sabes qué?...
¡No hay quien te oiga!
Estás completamente solo, Eddie.
Eres la criaturita especial de Dios.
Quizá sea cierto.
Quizá Dios tiró los dados demasiadas veces.
Quizá nos decepcionó a todos.”

Respire hondo: hay otra manera.
Hay otras personas.
Están estos chicos… si no los arruinamos.
Hay un montón de seres de mucho amor, dispuestos a ayudar ayudándose.

Y, finalmente, estamos nosotros.
Agradecidos con lo que somos, agradecidos con lo que disfrutamos, con lo que podemos hacer.
Y orgullosos de lo que somos, no de lo que poseemos.

Y déjenme decirles: realmente somos afortunados.

Miren: usamos y disfrutamos un montón de cosas, en promedio, en este mundo.
Las usamos para el mayor bien posible, para los más posibles, incluyéndonos.

Créanme; y si alguno se siente miserable, compulso a comprarse todo el jugo de limón del mundo cuando falta, o el agua, o lo que sea, que silbe despacito aquello de Los Beatles que decía que “el dinero no puede comprarte amor”, y que lea el siguiente mail que me llegó:


El mundo y nosotros

Si pudiéramos tranformar el mundo entero en un pueblito de 100 habitantes, pero manteniendo las proporciones de todos los que vivimos en él, este tendría:

57 Asiáticos

21 Europeos

14 Americanos (Norte y Sur)

8 Africanos

52 serían mujeres

48 serían hombres

70 no serían blancos

30 serían blancos

70 no cristianos

30 cristianos

89 heterosexuales

11 homosexuales

6 personas serían dueñas del 59% de todas las cosas

80 no tendrían condiciones de vida suficientes

70 serían analfabetos

50 desnutridos

1 tendría una computadora

1 -y sólo uno- tendría un título académico

Si miramos el mundo desde esa perspectiva, se torna obvio para todos que tenemos que crear un sentimiento de comunión, entendimiento, aceptación y educación.

Piense en esto:

Si se levantó esta mañana más sano que enfermo, tiene más suerte que un millón de personas, quienes no sobrevivirán esta semana.

Si nunca ha experimentado un hecho de guerra, nunca la soledad de haber sido prisionero, la agonía de la tortura o el sabor del hambre, tiene más suerte que 500 milliones de personas en este mundo.

Si puede ir a la iglesia sin miedo de ser perseguido o asesinado, usted es más dichoso que 3000 millones de personas de este planeta.

Si tiene comida en la heladera, si puede vestirse, si tiene un techo por sobre su cabeza y una cama para descansar, usted es más rico que el 75% de la población de la Tierra.

Si tiene una cuenta en un banco, algún dinero en la billetera y unas monedas en su bolsillo, usted pertenece al 8% de las personas más ricas del mundo.

Si usted leyó este mensaje, usted está doblemente bendecido porque:

1. Alguien ha pensado en usted

2. No es ninguna de las dos mil millones de personas que no pueden leer

3. ¡Y usted tiene una pc!

"Compartir", Laura Lizancos


Nota: (1) Nunca dejó de hacerme correr un lúcido frío por la espalda el siguiente pasaje de la creación del humano según el Génesis judeocristiano: "Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo.»... ¿Qué dios, qué clase de dios -me pregunto, junto con William Blake- usaría esas palabras por mandato?

Un Mundo No Basta -parte I- : "Un limón, medio limón, dos limones..."

Pasa: en Buenos Aires, la Ciudad Buitre, con el kilo de limones a doce pesos, falta jugo de limón embotellado. Vale decir: el menjunje que nos venden como tal: agua, jugo de limón, benzoato de potasio, ciclamato, sacarina sódica, aromatizante, etc, etc…: sea lo que sea, bien dicen que para el hambre no hay pan duro.

Voy, entonces, al supermercado, el Coto del Abasto.
Hay que decir, en contexto, que es un súper habituado a gente opulenta, consumista, enclavado frente a un pomposo shopping, exhibicionistamente obsceno en una zona de casas tomadas.
Miro la góndola del jugo de limón: una veintena de botellas de un litro.
Decido dejarlo para el final de la compra, para no andar trasteando con tanto peso: nunca uso changuito. Jamás compro tanto como para necesitarlo: nunca más que lo que mis brazos pueden cargar.

Por alguna extraña intuición (nunca sé a ciencia cierta por qué hago este tipo de cosas, estos puzzles como si adivinara el porvenir, estos juegos en el tiempo) separo y escondo un par de botellas detrás de las de vinagre de alcohol, sus vecinas de góndola.
Y sigo mi compra.

Al volver, por fin, unos 10 minutos después como máximo, no quedaban más que los envases que yo había disimulado, invisibles a quien no supiera de ellos.
Los tomo y enfilo hacia la caja.
Reparo en el changuito de delante del mío en la cola: era el que había arrasado con todo el jugo de limón. Un señor gordo, aspecto adinerado, con sólo eso de compra más tres paquetitos de algún tipo de snack o picada, que no pude identificar por estar escritos en japonés.

Cuando va a pagar y la cajera hace desfilar el botellerío, exhibo desafiante mis dos litros y le espeto, socarrón: “-¿Ves? ¡Las escondí! ¡¡Son las que no te pudiste llevar!!-”
El tipo no contesta, extiende sobrador la tarjeta de crédito a la cobradora, y yo insisto, como una salva al aire: “-Basta que falte algo para que los egoístas arrasen con lo que queda-”.

El gordo, riéndose sarcásticamente, responde sin mirarme a los ojos: “-Bueno, cada quien compra lo que quiere, ¿no?-”
“-Así es, y los angurrientos como usted lo quieren todo…-”, retruco.

Le pregunto a la empleada qué opina, y, poniéndose visiblemente del lado del señor adinerado, me dice “-No hay un mínimo establecido para la compra de este producto-”. Nótese el fallido: dijo “mínimo establecido”, no “máximo”… el inconciente brinda su aprobación a la angurria consumista, ¿no?
“-La ética es una desición personal, un descubrimiento decidido por uno mismo; no una norma moral que depende de que sea impuesta-”, contesto.

Miro a una vecina de cola, le pregunto qué le parece todo, no me responde; al insistir –y sin levantar la mirada, rehuyéndome mis ojos- dice que “estoy buscando un problema donde no lo hay”.
“-Muy bien-” digo, comprendiendo la situación, “-es cierto, tal vez para ustedes lo ético no constituya un problema real. Pero de todas formas, piensen que harán cuando se acabe el agua-”.

Pagué con cambio y me fui, dejando al pasar una Sugerencia en el sector correspondiente para que tomasen en cuenta el limitar la compra de jugo de limón a dos litros por persona hasta que el desabastecimiento termine.

Hasta hoy no sé por qué dije "cuando se acabe el agua", así, en futuro...; como si en este mismo momento, en este presente, no fuera para la mayoría viviendo en el planeta casi una utopía: una de cada 5 personas en el mundo carece de agua potable y casi la mitad de la población actual muere actualmente de problemas relacionados con su falta.

¿Para qué cuento esto en un blog sobre “nuevos niños” y espiritualidad cotidiana?
Porque de eso se trata, justamente.
Es la codicia la que crea la miseria.

Hay, abierto en la mayoría de las personas que el Sistema crea, un agujero insaciable.
Una sima insondable, inconsolable.
Nada es capaz de llenarla, de satisfacerla.
Nada.

Un mundo no basta.

Eso crea su propio infierno, su autoinmolación, su obscena anhedonía.
El egoísta y el envidioso edifican su propio tormento, porque siempre habrá otro que tiene algo que ellos aún no tienen.
Hasta que se queden solos, dueños de todo… a solas con su agujero, sin nada más que echarle adentro, autodigeridos.

Hay en el Cosmos agujeros negros: restos implotados de alguna supernova hipermasiva, cuya propia gravedad la sepultó sobre sí misma.

Representación de un agujero negro cósmico

La materia que lo rodea o la que se le pone “a tiro” es engullida, hasta la luz misma es atrapada en su ansioso vórtice oscuro… y cada átomo que es absorbido, en vez de achicarlo, lo hace crecer.
Más materia traga, más grande se hace su hambre.
El borde, el horizonte de sucesos como se lo llama es hoy por hoy tema de debate científico.
El borde… no su apetito.

Lo mismo pasa en los humanos, en muchos al menos; lo mismo pasa hasta en los ángeles caídos.
La avaricia en lo físico termina trasladándose en codicia espiritual: “el alma se casa con la genética”, dicen los “casiopeos”, y el bueno de Swedenborg estaría de acuerdo con esta afirmación.
Eso mismo, que es entronizado y predispuesto por el Sistema.

“Hay suficiente riqueza en el mundo para satisfacer las necesidades de todos, pero no la hay para satisfacer la avaricia de algunos": eso dijo Gandhi y es tal cual.
Un mundo no basta… Un universo tampoco.
“Lo quiero todo, todo, todo; todito entero todo para mí… ¡y un poco más!”, ese mudo mantra mueve –sempiterno- al mundo, hasta su consumación: “No sé lo que quiero, pero lo quiero YA”, el pelado Luca siempre tan preciso.


Estos chicos de conciencia trascendida detectan naturalmente, “sienten”, cuando ese agujero está presente y funcionando en una persona. Uno de ellos en un diálogo que tuvimos se refirió a él elegantemente como “el mecanismo”.
Su sola percepción hace que la mayoría de estos chicos se “replieguen” poniéndose a salvo.
Resignan en esto –muchas veces- hasta el habla.
Saben o presienten que el mero contacto con "eso" –y desde lo espiritual “conocer” es acercarse…- es desagradable y peligroso.

Hay que decir que, mientras para la mayoría del mundo ese agujero es algo “normal” o “inexistente” (muchisimas personas terminan no viendo lo que consideran obvio…) para los nuevos niños eso tiene la importancia que tiene… y sus consecuencias.

Hay que decir también que conocen otra característica del “agujero depredador”: su capacidad de imbricarse, de sumarse, de volver uno solo, enorme, muchos agujeros pequeños. Esa es una característica de las energías consideradas grupales.
Las “anima predatoris” se juntan y funden con increíble facilidad con otras de su propia condición y apetencia: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos” (Marcos 5:10).

Como un fuego oscuro, los apetitos sin fondo constituyen uno solo, y el mismo.

Hey, ilustre visitante!!! Deja aquí tu huella y tu mensaje: